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Yellow Dress-Frederick McCubbin |
Durante los próximos días ella estaba animada y feliz, nadie sabía por qué, sólo ella, ella sabía la magia de la pasión, del placer, su juventud estaba a flor de piel, su belleza sobria y hasta taciturna se volvió alegre y brillante, los amigos de la familia se lo hacían notar a los padres, ellos decían que no, que ella siempre había sido una muchacha hermosa antes y siempre, él había viajado días después de ese suceso, y había dejado una carta para ella haciéndole saber que lo antes posible regresaría.
Cuando llegaban sus cartas, ella las leía con avidez y después todas las tardes sentada en la pasividad de su jardín, mientras su hijo jugaba, leía cada una de ellas, las cuales las tenía amarradas con una cinta de raso amarilla y unas ramitas de rosas y jazmín, las leía una a una y sentía como si él estuviera hablando ahí frente a ella, a veces ella le contestaba como sintiendo su presencia, me volveré loca si sigues tan lejos, Europa es una eternidad, iré a Panamá primero luego regreso a París y en poco tiempo regreso al Perú a tu encuentro, ella, todo esto es una eternidad, no podré soportar más, si alguien no ha muerto de amor antes, yo lo haré, moriré de amor, moriré lentamente como mueren las flores al acercarse el invierno, no mueras porque tú eres mi vida, eres el aire que le da vida a mi vida, espérame, espérame.
Los caballeros que conocían a la familia, solicitaban permiso para visitarla y la familia accedía pero ella solo les ofrecía su belleza fría e impenetrable, el sol de la alegría la inundaba cuando llegaba carta de él, y sólo en el amor de su hijo se refugiaba en los días de nostalgia.
Querida Amanda:
El motivo de esta carta es para informarle que pronto estaré en Perú.
Sólo eso, el motivo de la presente es para informarle que pronto estará en el Perú? Sucede algo… sucede algo.
Al sentir la campanilla de la puerta volvió a recordar la primera vez que llegó a casa, al igual que aquel día, su rostro se sonrojó, cuando la vio recordó también aquel rubor de sus mejillas, estaba hermosa, más tal vez, paso por todo el protocolo, les contó a los padres del término de la Torre hecha por Eiffel y que estaban iniciando las obras del canal de Panamá y es por eso que iba y venía, le he traído algunas semillas para que las cultive en su jardín, gracias señor Shramm.
Vayan a ver lo hermoso que está el jardín en esta estación, me agradaría mucho verlo, entonces para que esperar más vayan.
Sus pasos eran más lentos como si pensara en dar cada uno de ellos, estaba más delgada, acaso estaba muriendo de amor, acaso era eso, ella miraba hacia delante, no como aquella vez que miraba hacia el suelo como una flor de campo queriéndose esconder, ahora caminaba altiva, su belleza era madura, andaba confiada, ella ya sabía lo que poseía, aquel poder, el poder de las mujeres maduras, te necesito, esas palabras rompieron el silencio, ella volteo a mirarlo y sonrió, te necesito y su mano sujeto su brazo, una electricidad sacudió su cuerpo, ella sonrió como si supiera el efecto que causaba en él, la mano de ella acaricio el rostro de él dulcemente, él tomó entre sus dedos la mano de ella y la beso, perdóname, por dejarte, por abandonarte, su boca beso el cuello de ella, la punta de su lengua saboreo la piel de ella y ella le ofreció más inclinando un poco el rostro, suspiró, te extrañe, perdóname.
Estoy enterada de todo Jean Pierre, sé que regresarás a Panamá a casarte, sus ojos estuvieron a punto de explotar de sus órbitas del espanto, cómo sabía ella, quién, no importa quién o cómo, solo lo sé y no te preocupes de decir nada, en Lima solo yo lo sé y la familia que te acogió, así que la vergüenza solo será ante mí, sé que llegué tarde, tarde a tu vida, a tu amor, tal vez el destino nos presenta otras opciones para poner a prueba nuestro temple, y así fue esto, llegué tarde, consérvame en tu recuerdo eso no te lo podré quitar aunque quisiera y aunque quisiera no podré arrancarte de los míos, no me hagas esto, he venido para que me digas que luche por esto, por nosotros, es imposible que escuche de mis labios lo que me pide señor Schramm, yo me enfrenté una vez a esta sociedad y ahora no puedo hacerlo de nuevo, por mí, por mi hijo, por mi familia, no me hables así por favor, la ofensa, herir con sus palabras, lo prefiero a su indiferencia o su fría comprensión, sólo es comprensión señor… no pudo seguir diciendo nada su boca fue cerrada por la de él, como aquella vez, ella se abandonó y su abandono excitó más sus deseos, acarició su espalda y su cabellos, la beso tan fuerte que sintió el sabor de su sangre, las lágrimas salaban sus besos, no puedo más, la arrastró hacia el matorral de jazmines y madre selvas, sintió aquellas ramas que se clavaban en su espalda pero ese dolor era mínimo al dolor de la despedida, en ese instante quería olvidar todo, él la siguió besando ya no tenía el temor de tocarla quería saciarse de ella acarició sus pechos lentamente como si esperara que ella se lo impidiera, la miró , pero ella no hizo nada, solo volteó los ojos como si fuera a morir, eso lo impulsó a hacerlo, los bebió como si bebiera el elixir más sagrado, te necesito, ella veía entre las enredaderas el sol que hería sus ojos, él rebuscó entre los fustanes y logró romper las fundas, sintió sus manos acariciar entre sus piernas, jadeó, tú me necesitas como yo, ella no pronunció ni una palabra, estaba mareada, tanta pasión junta, él acarició sus caderas, quería sentir ese movimiento, el movimiento que lo enloqueció aquel día, entrégate, su voz sonó ronca, sus piernas se separaron lentamente como dos compuertas que daban paso a un tesoro escondido, él la miro con ternura y pasión, un mechón de su cabello caía sobre un lado de su frente, sus ojos se oscurecieron, sus manos se crisparon, la camisa se había abierto dejando ver su pecho, ella cerró los ojos se abrazó a él y lo sintió, no podía negarse también lo necesitaba.
Luego, sólo sintió el galope del caballo, a lo lejos su nombre, a lo lejos.
Pobre señor Schramm, desilusionado busco consuelo con una dama en Panamá y se casó, si la señorita Amanda no lo hubiera rechazado él se hubiera quedado en Lima, era tan buen partido,… señorita Amanda, cómo está?? Bien, bien, qué hermoso que está su hijo, gracias, saludos a su padres, gracias.
Era un día caluroso, tal vez el más caluroso de la estación, las flores crecían felices al sol, madre que haces? Leyendo, de nuevo esas viejas cartas? Si hijo, de nuevo estas viejas cartas, los jazmines y madre selvas le regalaban sus aromas como aquella tarde, pero las lavandas de Francia la llenaban de placer.
Fin.
Fin.
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