viernes, 1 de junio de 2018

TARDES DE SOL


Pensó que nunca más iba a salir, pensó que el hoyo donde estaba era el simulacro de su sepultura, pero sí, este era el último día de aquellos grises días,sentada en su oficina donde  trabajaba, recorrió con su mirada cada detalle, las mesas de mármol de Carrara y los sillones de cuero marrón, sonreía al ver las banquetas de cuero sin tratar parecían pellejo de vaca rubia, acomodó los ojos en las sillas Barcelona anaranjadas y la mesa Noguchi con un hermoso florero plagado de flores, los ventanales de seis metros de altura  le dejan ver como moría el sol entre los árboles, suena el teléfono:
_Hola amiga, cómo estás ¿_
_ soy feliz _  respondió.  Soy feliz, esta vez me la estoy creyendo y sonrió.
La oscuridad fue cayendo lentamente sobre aquella casita, aquella casita blanca con zócalos azules, el rumor de las olas se sentía tan cerca,  para acceder se tenía que bajar un poco por un sendero de pequeñas escaleras hechas de piedras, la arena las alfombraba un poco, algunas ramas clavadas en la arena, atadas con sogas un poco corroídas por el salitre servían de pasamanos, la casita tenía paredes de ladrillos  pintados de blanco, al frente de ella habían dos bancas de madera pintadas de celeste que miraban al mar, con cojines de cañamazo bordados a punto cruz, en el techo reposaban las enormes hojas de algún árbol, por un lado la hamaca amarillenta tejida toda a crochet se mecía por el viento, una banqueta descolorida servía de mesita donde sostenía un florero de vidrio transparente con flores de diferentes colores y varios libros cerrados menos uno que reposaba con las hojas abiertas como si estuviera calentándose al sol,  pequeños tronquitos colgados desde el techo hacían como “llama ángeles“, a un lado  de la casa una enredadera de buganvilias fucsias luchaba por ganar terreno, en la orilla descansaba un bote pintado de blanco, aquel bote se movía  al compás de las olas y la espuma jugueteaba con él.
La casita tenía la puerta principal un poco  corroída, al empujarla dejaba ver por dentro el piso de cemento pulido, una amplia y sencilla cocina, ella estaba ahí cocinando con los pies descalzos, se escuchaba el rechinar de los alimentos freír en la sartén, tal vez era un pescado, en el ambiente el olor a mar, el ají de la comida y el penetrante olor del café que en una esquina castigado iba ofreciendo su dosis de sabor gota a gota, todo aquello hacía que se sintiera que estabas en un hogar, ella cantaba alguna canción que se enredaba con el sonido de las olas, el vestido blanco de broderie  se caía de uno de sus hombros curtidos por el mar y el sol pero igual dejaba ver la suavidad de su piel, a través de la luz del sol se traslucía su silueta, el blanco se contrastaba con la piel bronceada, sus pantorrillas aparecían, un pie sobre el otro, el vestido se chorreaba perezoso sobre sus caderas y dibujaba suavemente aquella redondez que lo volvía loco.
Un beso atravesaba sus entrañas, un beso hacía que ella sintiera que todo lo que tenía era lo mejor, tenía su castillo y que ella era una reina, sus manos recorrían su cuerpo sobre aquel vestido blanco imprudente por solo existir y por estar ahí entre ella y él, sentía sus senos endurecer y buscaba la boca desesperada por que la besen, sus cabellos rojizos y rizados que caían sobre su espalda le daban un aire salvaje y de eternidad, su cuerpo se arqueaba toda vez que él le besaba el cuello y recorría el viaje hacia la seducción, hasta hacer que todos sus sentidos se pierdan en aquel sonido lejano, sus piernas largas y doradas lo envolvían y ese paraíso lo hacía preso, prisión donde nunca quiso salir, un manto de gozo le caía como una gran ola azotando desde la espalda hasta sus propias entrañas, lo obligaba a retorcerse de pasión hasta que todos sus músculos se estremecían y se relajacen, llevándolo a lo más profundo de sus pensamientos, tocar el lumbral de la muerte y a la vez sentir que es absorbido por la misma vida.
Tendida en aquella mesa de cemento y granito se olvidaba en un instante de toda su vida pasada y de su vida futura, todo su mundo era ese instante, pertenecerle para siempre, era por esa razón que estaba ahí para pertenecerle las veces que él quisiera,  en un instante, las cosas regadas por el suelo, un gemido grueso, el ansia de tenerla, un suspiro quedo, la necesidad de tenerlo, luego del acto, las carcajadas de alegría, de libertad, de saciedad.
Observan por la ventana el sol que se va escondiendo como la lengua de él sumergiéndose en la boca de ella, sus piernas se mueven como los juncos al borde del camino y sus vientres bailan como el vaivén de las olas.
He pasado todo para estar junto a ti, para sentir todo esto, para ser feliz.
Dejó atrás aquel trabajo que le prometía tal vez grandes cosas, pero la gran cosa estaba ahí, dejó todo para venir tras de él, recorrió más de diez largos años, para llegar ahí, cambió todo para estar ahí, descalza, desnuda y feliz.

Cambio los tacones para desnudar sus pies, sus besos abrigaban su corazón, la bolsa de paja la llenaba con todas sus esperanzas, su vida entera su universo  era estar ahí,  ser feliz y plena, ser libre y su libertad era él, nunca se irían de aquellas playas. 

FIN